Felipe II, que se encontraba en Flandes, añade en su respuesta otros inconvenientes del metal 'el uno que cargaría mucho la casa; y el otro que el verano la haría muy calurosa, como se tiene por experiencia de lo de acá. Y hame parecido que será mejor hacer los tejados agros, a la manera de los de estos estados, y cubrirlos de pizarra, que como habéis visto son muy lucidos...'. Además, en la misma carta expone la planificación de dichas tareas: 'Y así he mandado que se busquen ocho oficiales diestros, dos para sacar la pizarra, y cuatro para cortarla, aderezarla y sentarla, y los otros dos para hacer los maderamientos de los tejados y armarlos; y todos partirán a tiempo que sean ahí a la primavera. Entre tanto hareis cortar y desvastar las maderas convenientes para los dichos tejados y tenerla a punto; y que con diligencia se busque la pizarra lo más cerca y a propósito de la casa que ser pudiere, porque llegando los oficiales no pierdan tiempo...'. El propio rey se permite ya aconsejarle sobre la zona más cercana donde había visto dicho material, 'no se hallando más cerca, en Sta. María de Nieva la ha de haber, que pasando yo por allí, vi hacer cierta obra de ella en la iglesia'.
El monarca, enamorado de la arquitectura europea con tejados de pizarra, había decidido que en el resto de obras reales se utilizara también el material: 'El tejado de las caballerizas de Madrid queremos que sea también de pizarra, y de la facción de los de acá'.

Los oficiales extranjeros vieron en las laderas pizarrosas de la ribera del Eresma el material óptimo para hacer las piezas de los tejados. Como en Madrid no se encontró una pizarra de igual calidad, las canteras de Bernardos comenzaron a suministrar material en otras obras reales de la villa y Corte, como el antiguo Alcázar o el cazadero de El Pardo, antes de la edificación del monasterio del Escorial, principal obra que se cubrió con la pizarra de Bernardos.
José Ubaldo Bernardos Sanz