Los Mayos
Estos cantos están íntimamente unidos a la costumbre de ‘pingar el mayo’. El mayo es un árbol o palo alto que los mozos plantan en un lugar público (la plaza generalmente) y alrededor de él se divierten y huelgan con cantes, bailes, y fiesta durante todo el mes. (En algunos sitios de Burgos, como Tórtoles, se queda todo el año).

Como hemos dicho, alrededor de Mayo se produce una explosión de regocijo, traducido en cantos, bailes, comidas; en algunos sitios incluso con presencia de hogueras. Entre los cantos se conocen al menos dos tipos: uno hace referencia al árbol ‘pingado’ y estaba destinado al baile. Hacen alusión a la buena marcha de las mieses y alaban la llegada de la primavera. El otro tipo tiene un contenido erótico y se solaza en la descripción física de las partes de la mujer, cantando sus excelencias con un tono entre picante y cortés. Es un cantar de ronda practicado, lógicamente, por los hombres.
I
¡Vítores, Mayo,
que te empinaron!
Pero fue con la ayuda
de los casados.
Para bailar este Mayo
licencia, señores, pido;
no digan a la mañana
que yo he sido el atrevido.
Antaño, cuando por Mayo,
cuando los grandes calores,
de que las cebadas ciernen
los linos ya tienen flores.
Vítor, Victoria:
¿Quién se comió la carne?
Quién se comió la carne...
La carne,...la Regidora.
En Mayo me dió un desmayo,
en Mayo me desmayé,
en Mayo cogí una rosa,
en Mayo la deshojé.
(Recogido de la obra de Federico Olmeda ‘Cancionero popular de Burgos’. Burgos, 1975.)
II
Tus cabellos, rayos de oro,
que cuando los estás peinando
se te caen sobre los hombros
siete cortinas de ramos.
Tu frente, plaza de armas,
guarnecida de cañones.
Tus ojos son dos luceros
que roban los corazones.
Tu nariz es cañón de oro,
encima de laberías
que con tus dientes se lanzan
de tu boca peregrina.
Tu garganta es cristalina
que cuando vas a beber
el agua desencamina
sin poderlo detener.
Tus pechos, cofre cerrado,
por una tela cubiertos,
pues con esa tela tapas
la blanca nieve del puerto.
Tu cintura es delgadita
como junco de ribera
que entre todas las mujeres
puedes presentar bandera.
Desde la cintura al muslo
yo no puedo adivinar:
lo que esta mujer merece
ella sola lo sabrá.
Tus piernas son tan hermosas;
en ellas medias azules
parecidas a los cielos
cuando están sin una nube.
Los zapatos de esta niña
deberían ser de plata
con las hebillitas de oro
y yo rendido a sus plantas
(Recogido de Heliodoro Sanz Núñez en Bernardos, Segovia)
José Luis Bartolomé
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