30 abril 2007

Los Mayos

Con la llegada de la primavera se cumple un nuevo ciclo vital en el que la naturaleza muestra sus mejores galas, renovando colorido y vitalidad. Ello hace que sea considerada la ‘estación del amor’ por excelencia, título que asume Julio Caro Baroja en su excelente libro sobre esta época del año. Por otra parte, la Cuaresma (periodo de más oscuridad y recogimiento que no en vano coincide con el duro invierno) ha quedado atrás, situada estratégicamente en el gozne de la estación. Las primeras manifestaciones folclóricas de la primavera son las Marzas (cantos de bienvenida de la misma, en que se ronda a las mozas), pero es en Mayo cuando se produce la verdadera oclusión de costumbres auspiciada por el tiempo benigno que va sazonando las mieses. Dentro de estas tradiciones vamos a analizar dos: Mayos y Mayas. Ambos son géneros distintos, con temáticas distintas; aunque circunscritas a un mismo periodo y con variaciones dependiendo de las zonas.

Los Mayos

Estos cantos están íntimamente unidos a la costumbre de ‘pingar el mayo’. El mayo es un árbol o palo alto que los mozos plantan en un lugar público (la plaza generalmente) y alrededor de él se divierten y huelgan con cantes, bailes, y fiesta durante todo el mes. (En algunos sitios de Burgos, como Tórtoles, se queda todo el año).

Los mayosPreviamente se había cortado un árbol (pino o chopo), se había desmochado y se había llevado al pueblo para ser introducido en un hoyo profundo hecho al efecto; operación que requiere el concurso de al menos ocho personas, dada la dificultad de levantar tanto peso. Sólo en el extremo superior del tronco se conservan algunas ramas, con el fin de atar allí las sogas que ayuden a su elevación. Al dar las 12 de la noche, tránsito al mes de Mayo, se coloca y afianza, y los mozos más atrevidos escalan para quitar las sogas y de paso poner algún adorno. No resulta difícil apreciar en el mayo un símbolo del despertar sexual de los jóvenes, coincidiendo con el despertar de la Naturaleza. Su carácter totémico y su filiación precristiana nos hacen remontarnos a tiempos ancestrales. Sin embargo, la capacidad de adaptación del cristianismo a las costumbres anteriores, transformándolas con un tinte religioso, hace que en algunos lugares de Burgos (Aranda de Duero) se llame ‘pingar una cruz’, en clara referencia a la bajada de la Cruz.

Como hemos dicho, alrededor de Mayo se produce una explosión de regocijo, traducido en cantos, bailes, comidas; en algunos sitios incluso con presencia de hogueras. Entre los cantos se conocen al menos dos tipos: uno hace referencia al árbol ‘pingado’ y estaba destinado al baile. Hacen alusión a la buena marcha de las mieses y alaban la llegada de la primavera. El otro tipo tiene un contenido erótico y se solaza en la descripción física de las partes de la mujer, cantando sus excelencias con un tono entre picante y cortés. Es un cantar de ronda practicado, lógicamente, por los hombres.

I
¡Vítores, Mayo,
que te empinaron!
Pero fue con la ayuda
de los casados.

Para bailar este Mayo
licencia, señores, pido;
no digan a la mañana
que yo he sido el atrevido.

Antaño, cuando por Mayo,
cuando los grandes calores,
de que las cebadas ciernen
los linos ya tienen flores.

Vítor, Victoria:
¿Quién se comió la carne?
Quién se comió la carne...
La carne,...la Regidora.

En Mayo me dió un desmayo,
en Mayo me desmayé,
en Mayo cogí una rosa,
en Mayo la deshojé.


(Recogido de la obra de Federico Olmeda ‘Cancionero popular de Burgos’. Burgos, 1975.)

II

Tus cabellos, rayos de oro,
que cuando los estás peinando
se te caen sobre los hombros
siete cortinas de ramos.

Tu frente, plaza de armas,
guarnecida de cañones.
Tus ojos son dos luceros
que roban los corazones.

Tu nariz es cañón de oro,
encima de laberías
que con tus dientes se lanzan
de tu boca peregrina.

Tu garganta es cristalina
que cuando vas a beber
el agua desencamina
sin poderlo detener.

Tus pechos, cofre cerrado,
por una tela cubiertos,
pues con esa tela tapas
la blanca nieve del puerto.

Tu cintura es delgadita
como junco de ribera
que entre todas las mujeres
puedes presentar bandera.

Desde la cintura al muslo
yo no puedo adivinar:
lo que esta mujer merece
ella sola lo sabrá.

Tus piernas son tan hermosas;
en ellas medias azules
parecidas a los cielos
cuando están sin una nube.

Los zapatos de esta niña
deberían ser de plata
con las hebillitas de oro
y yo rendido a sus plantas

(Recogido de Heliodoro Sanz Núñez en Bernardos, Segovia)

José Luis Bartolomé

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