04 enero 2010

A Castilla

A castilla - que es mi tierra -
yo le escribo con ternura,
para idealizar su imagen
extensa, vacía y dura.

Nueve meses en invierno,
-aran y siembran el grano-.
Y los tres meses de infierno,
“pa” recoger el secano.

Las primaveras son verdes
y amarillos los estíos;
de color marrón otoños,
inviernos blancos y fríos.

Aguaceros de costado
-las tormentas son atroces-
el viento es huracanado
y las heladas, feroces.

La estepa, el monte, el pinar,
los majuelos con las viñas,
las tierras de pan llevar,
las bellotas y las piñas.

Los marranos, las ovejas
y demás ganadería;
embutidos y buen vino;
turismo y hostelería.

Altos y egregios palacios,
alcázares y castillos;
murallas y catedrales
hechos con piedra o ladrillos.

Monumentos que nos hablan
por sí mismos de la historia.
Las hazañas de otros tiempos
cubren Castilla de gloria.

No podremos encontrar
mar, playa ni chiringuitos.
Sí turismo agro-ecológico,
bares de tapa y chupitos.

La emigración es sangrante,
faltan puestos de trabajo.
En cambio, los que aquí quedan,
viven muy bien. ¡Qué carajo!

Labradores y pastores
van al campo a trabajar,
los demás, a sus oficios
y las viudas, a rezar.

Retornan los que se fueron.
Su título: “Jubilados”.
Vuelven a abrir sus hogares,
que mantenían cerrados.

Y se quedan en los pueblos
“hasta que el Señor nos llame”,
consumiendo su “edad de oro”
tranquilos en estos lares.

“Vamos a ver a los nietos”
y, entonces, salen del pueblo.
Están unos días fuera
y, a casa, vuelven de nuevo.

Por la mañana temprano,
los abuelos se pasean.
Por la tarde la partida
hasta la hora de la cena.

Los jóvenes que aquí quedan
estudian el calendario,
combinándose las fiestas
con el trabajo diario.

Cuando vienen “los de fuera”
los pueblos cobran más vida.
Las fiestas son más alegres,
la plaza está concurrida.

Vienen desde toda España
y, también, del extranjero.
Todo el que llega a Castilla,
deja de ser forastero.

Son descendientes del pueblo
de una o dos generaciones,
pero sienten como suyos
estos aires y rincones.

Asimismo, ellos desean
poder ser bien recibidos.
A veces se han de romper
prejuicios y estereotipos.

Por suerte para esta gente,
el carácter castellano
es sencillo, acogedor,
optimista y campechano.

Casas viejas y vacías,
hay en Castilla a millares;
y, también, frailes, conventos,
iglesias, curas y bares.

En cambio faltan empresas
productivas y talleres
que proporcionen trabajo
a jóvenes y mujeres.

Por eso dicen aquí
que Castilla necesita
más dinero en inversión
y menos agua bendita.

Marzo del 2.008
Luis Arranz Boal

0 comentarios: