26 febrero 2007

Mis recuerdos de Bernardos

(AÑOS 50, 60 Y PARTE DE LOS 70)

El recuerdo es un mirar hacia el pasado
y, en Bernardos, hay recuerdos que me llaman;
que me llevan otra vez a aquellos tiempos
en que el viejo dictador aquí mandaba.

Los recuerdos los evoco con cariño
-yo no quiero que transmitan mala saña-
y es que están cargados de romanticismo
de una etapa de la vida que se pasa.

A lo largo de estos versos contaré
unos cuantos que la memoria reclama.
Más antiguos, más recientes, todos son
eslabón de juventud y de la infancia.

Yo nací en el medio siglo - en el cincuenta -
y las cosas que aquí cuento nos pasaban
a los/as chicos/as de mi edad y a los/as mayores
que hoy somos ya unos carrozas ... ¡Qué caramba!

LO QUE YA NO ESTÁ O HA CAMBIADO

Los comienzo con la ermita de San Roque
porque está precisamente allí, a la entrada.
Se ponía a reventar de feligreses
que, contentos, recitaban y cantaban.

Hoy la veo, recuerdo las procesiones
y me sabe mal que esté descabezada.

¿Y el pilón donde llevaban a las bestias
que bebían cuando el trabajo acababa?
Unos cuantos forasteros se bañaron
cuando algunos del pueblo les dieron caña.

Se tejían unas mantas en Bernardos
-'las más célebres que nunca hubo en España'-
y la fábrica que había se quemó
en verano, en una noche desgraciada.

Se quedaron sin trabajo algunos hombres
y ... ¿qué le vamos a hacer? No pasó nada.
Esas mantas para mulos no tenían
ya salida, porque mulos no quedaban.

¡Cuántas noches el salón de Cirilín
de gente hasta la bandera rebosaba!
Las veladas y los bailes tan bonitos
que a las tantas con la jota se acababan.

Te apuntabas en aquella 'Sociedad'
con derecho a tener baile y tener cartas.
En las fiestas te traían un conjunto
y los jóvenes muy bien se lo pasaban.

Hubo veces que el dúo Pedro-Heliodoro
con la música a la gente amenizaba.
En verano disfrutabas de 'La Pista',
que los chicos y las chicas frecuentaban.

A diario entrabas gratis y el domingo
de estipendio tres pesetas te cobraban.
Le pedías a Mauricio una canción
y él ponía lo que le daba la gana.

Se me viene a la memoria el cuartelillo
con la tele y esas 'pelis' de Bonanza.
El colegio de las monjas con capilla
que era un lujo para el pueblo, una pasada.

Los alumnos recibían la enseñanza
y a las monjas un dinero les pagaban.
En el pueblo siempre hubo la división
entre niños de las clases alta y baja.

El cuartel viejo ya estaba casi en ruinas
y los guardias de Bernardos lo habitaban.
Hoy tenemos un solar bien espacioso
que, por fiestas, las peñas allí se instalan.

Y la plaza de Bernardos, tan hermosa,
con los viejos soportales de fachada;
el Casino, que cambió de un lado al otro,
la farola tan robusta y la farmacia;
el salón de Cirilín, carnicería
y su espléndida forma casi cuadrada.

Esta plaza con sus hierbas, sus chinarros
y sus charcos -antes que fuera asfaltada-
¡cuánta historia nos podría relatar!
(como siempre, con su parte buena y mala).

Por las fiestas, las veladas se celebran
y, la gente, siempre alegre y animada
con el baile; ignorando que hubo allí
represión y hasta tortura en otra etapa.

Otro emblema que hace poco se ha perdido
es el rústico depósito del agua,
con sus ruidos, sus paredes tan robustas,
tan verdosas, tan bajitas y agrietadas.

Era allá por el año cincuenta y ocho
cuando el agua estaba ya canalizada.
Hasta entonces, si querías tener agua,
en el caño la buscabas con garrafas.

Por entonces llegó la televisión,
aunque poca gente de ella disfrutaba.

Cuando voy por la carretera de Armuña
no me olvido las curvas que la formaban,
aquel puente tan estrecho, la estación
y el carrito del cartero en la mañana.
Pues con él llegué hasta el tren algunas veces
en lugar de ir a Ortigosa o a La Nava.

En la calle que nos lleva hacia El Castillo
estaban el Matadero y 'la Cerámica'
que, de carne y de ladrillo, abastecían
a Bernardos y parte de la comarca.

LAS FIESTAS

¡Cómo no voy a acordarme de las fiestas
con los toros dando vueltas por la plaza!
Esos carros inclinados, el tablado
y los mozos abajo en la empalizada.

La farola, que servía para huir
de la furia del astado que bramaba;
el toril en la salida hacia el Castillo,
las cogidas y la gente que chillaba.

Plaza Mayor, tablado del ayuntamiento. Foto: Mariano Ramos
Otros años se llevó a la plazolilla,
a las eras y a otros sitios a montarla.
Los maderos no estaban muy bien sujetos
y algún toro estuvo a punto de liarla.

Esos días nos venían confiteros
que traían cosas nuevas y variadas.
Entre todos destacaba un tal 'Madriles'
y también esos gitanos con las barcas.

Las casetas de las tómbolas y el tiro
eran todas atracciones que agradaban
a los niños, y no tanto a los mayores,
porque todas al bolsillo castigaban.

Las canciones que sonaban por entonces:
'Soy minero' con 'Mi carro' y otras cuantas,
con sus letras facilonas, pegadizas,
todo el mundo las sabía y las cantaba.

HABÍA LUGARES Y COSTUMBRES

Hoy hay bares muy lujosos, pero entonces
las tabernas eran sitios donde estaban
las pandillas de los mozos y los quintos
y sus buenas merendonas se 'jalaban'.

La del 'Rufo' y la del 'Mona' eran dos de ellas
y también la 'Calderera' y la 'Cochala'.
Los conejos y las liebres se comían
y, con vino y pan, los gastos ajustaban.

Antes iban vendedores por las calles
y llevaban sus productos por las casas
ofreciendo peces, frutas, pan, helados,
comestibles, y hasta leche de la vaca.

El más típico, en su estilo: el panadero,
que apuntaba las hogazas en la tarja.
Aunque no dejaba atrás a la heladera,
su 'carrito' y los helados a la carta.

Hubo gentes variopintas que venían
a Bernardos y sus artes nos mostraban.
Unas veces eran los titiriteros
y otras, hombres que romances recitaban.

Otras, cine al aire libre; y, otras más,
los 'forzudos' que su fuerza demostraban.
Todos ellos, recorriendo nuestras calles,
rodeados de chiquillos se anunciaban.

Para más conformidad, algunas veces,
la tarea al pregonero encomendaban.
Y aquel hombre, caminando en dos muletas,
con el son de su trompeta lo anunciaba.

Por la noche, cuando el pueblo ya dormía,
unas voces a cada hora resonaban.
El sereno con su canto nos decía
si llovía, hacía bueno o granizaba.

En la plaza, en el día de San Isidro,
regalaban los panes por la mañana
y, en Semana Santa, el cura a los 'apóstoles',
en el Santo Oficio, los pies les lavaba.

El sorteo de los 'Quintos', en Segovia,
era un caso, una tragedia ... todo un drama.
Las mujeres dando gritos y llorando
porque a su hijo le tocó la 'mili' en África.

Ese día por el pueblo iban pidiendo
y la gente un dinerillo siempre daba.
Celebraban el evento con largueza
en comidas, en bebidas y en 'hombradas'.

Los domingos - cuando acababa la misa -
nos marchábamos los chicos a la plaza
y comprábamos pipas y caramelos,
con aquella perra gorda que nos daban,
en los puestos de la señora Angelita
y Vitojo, a quien le daban mala fama.

Te vendían un cigarro así, a escondidas
y, a escondidas, tú también te lo fumabas.

No me olvido de los bares de Varela
y Santiago, que vivía en la calle Ancha
y la peña 'Los Vampiros', donde hicimos
muchos años la famosa limonada,
con el vino que comprábamos a Higinio
y que luego en el barril se elaboraba.

En Enero, ya pasadas Navidades,
las familias preparaban la matanza.
En las casas afilaban los cuchillos
y, entre todos, el cerdo sacrificaban.

Los chiquillos rodeábamos el bicho
para ver aquel ritual de sangre y llamas.
Al principio lo mirábamos atentos
y al final se nos caía alguna lágrima.
Acababan convirtiendo el animal
en jamones, embutido y carne magra.

LOS TRABAJOS DEL CAMPO

Los veranos de aquel tiempo los recuerdo
con la imagen del trabajo en la labranza.
Las cosechas nos marcaban las tareas:
con la siega al despertar de la mañana,
las gavillas ... los haces ... carros con palos
que, cargados, a las eras los llevaban.

Ya podías en el trillo trabajar
sentado en el taburete y con la tralla.
A la parva se le daba muchas vueltas
y, al final, toda la mies se amontonaba.

Aventando separaban paja y pan
y los granos en los sacos se guardaban.
Los paquetes eran toda una faena
que los jóvenes más fuertes realizaban.

Y también me acuerdo de las algarrobas,
que - al cogerlas – te crujían las espaldas.
Lo que menos me gustaba: ir a las tierras
a quitar escobetones, cardos, grama ...

Herramientas como el gario y la garieta,
el rastrillo, la cañiza, la guadaña,
hoces, piedras de afilar, horcón y bieldo,
reja, horquilla, la fanega y las abarcas,
los dediles, los atillos y la zoca,
y del burro, las cinchas y las albardas
eran piezas - con el carro y el arado -
que en las casas de labranza no faltaban.

Aunque aquí parezca que haya muchas de ellas,
soy consciente que me olvido de unas cuantas.
Unos mulos, con el yugo y la collera,
de mover todo este asunto se encargaban.

Y, acabada la faena - ya en Agosto -,
las familias en el río se juntaban
con el carro, la comida, pan y vino
y el final de la cosecha celebraban.

En septiembre ya era tiempo de vendimia,
los racimos al lagar se los llevaban.
Los pisaban obteniendo de allí el mosto
y el vinillo de cosecha que guardaban.

'OCUPACIONES' DE LOS CHICOS

A diario, a la salida del colegio,
los chavales a la plaza se marchaban
a jugar a lo que en esos buenos tiempos
el ingenio y la costumbre deparaban.

Unos días se jugaba a pelotazos,
otros tantos a luchar con las espadas,
otros, guerra contra los de Migueláñez,
a la tanga, al escondite o a la taba,
a bolones, al peón y, ... para chicas,
a la comba y al corro de las patatas.

En los tiempos de más frío, en el Abajo,
de hielo una gruesa capa se formaba
y algún chico más osado que los otros,
por encima de la misma patinaba.

En los días que el cuerpo pedía 'leña',
las peleas más famosas se montaban.
Altozano y Carbonero eran dos barrios,
- hoy dirían con carisma y buena fama -
cada cual con su grupito de 'valientes'
que a la mínima y con ganas se enfrentaban.

Las disputas se saldaban siempre a palos
- nunca supe yo el porqué de tanta hazaña -.
¿Nos habían imbuído a los varones
el espíritu de 'guerra' y de 'cruzada'?
Si algún día no teníamos 'tarea',
a tirar cantos a perros - no hacer nada -.

Otras tardes nos marchábamos al campo
- en los meses en que el tiempo acompañaba -
a por nidos, buscar hierros, espigar,
a cangrejos, peces, níscalos o ranas.

Junto a piñas, zarzamoras y bellotas,
todo aquello que querías lo encontrabas.
Las llamadas 'piedrecitas del demonio'
al lado de Peña Mora las buscabas.

En el tiempo de vendimia iban los carros
al majuelo. Los niños los esperaban
sentados en las eras de los 'Marquillos'
-¡'A la vuelta un racimillo'! - les gritaban

Al caer la tarde o ya entrada la noche
a arrebújalos o a píndola en la plaza.
Los domingos por la tarde era una timba:
los dineros a la osca se ventilaban.

Por el cine y por la plaza se veían
cómo chicos y mayores disputaban.
Colocados a distancia prudencial
las monedas a una raya se tiraban
y, después, lanzándose un ochavo al aire,
con el pie, cuando caía, se tapaba.

Se jugaba a perra chica o perra gorda,
-dependiendo del dinero que llevaras -.
Si perdías te quedabas sin las pipas
y contento ibas a casa si ganabas.

De mayor entrabas en la 'Sociedad'
y podías ya jugar allí a las cartas.
Al julepe, tute, mus, a los montones,
o a la reina de los juegos: la subasta.

Lo normal era que en casa los domingos
la peseta o los dos reales te pagaran,
porque el duro y aquella de dos cincuenta
eran ya moneda fuerte. Mucha pasta.

Las pesetas que acuñaron una vez
a la gente nos hacían mucha gracia.
Por la cruz tenían hojas de laurel
y una gran 'cabeza de ajos' por la cara.

LAS ESCUELAS

Las escuelas de Bernardos eran dos:
la de chicos y de chicas. Separadas.
Aquel régimen así lo reguló
porque en temas de este tipo no atinaban.

Sin embargo, querían que la bandera
cada día laborable fuera izada.
Mientras alguien realizaba esta tarea,
'Cara al sol' y con la mano levantada.

Los maestros hacían lo que podían,
porque así la normativa lo mandaba.
Muchos de ellos perseguidos, 'sospechosos' ...
apretaban los puños y se callaban.

Hoy me acuerdo sobre todo del Catón,
los pupitres, los tinteros y los mapas,
la pizarra, el pizarrín, la Enciclopedia,
la estufa, la leche en polvo y esas batas

que las chicas llevaban para evitar
que las formas femeninas se marcaran
- pues podían ser motivo de 'pecado'
y con furia, luego, Dios nos castigaba-.

No me olvido de 'Con flores a María'
y otros cánticos que allí nos enseñaban;
catecismo y tablas de multiplicar,
cordilleras costas y ríos de España.

A la Historia se le daba un contenido:
el 'Imperio', con la cruz y con la espada;
y los libros recogían al dedillo
todo aquello que al gobierno interesaba.

Los romanos, que a Jesús crucificaron,
la Edad Media, con Santiago y cierra España.
La Moderna: Inquisición, Reyes Católicos
y, en la guerra; Franco, que salvó a la patria.

Además de estos manjares, al entrar
en la clase, el 'padrenuestro' se rezaba
y en el patio la gimnasia militar
como si de unos soldados se tratara.

Las 'Labores del Hogar' para las chicas
y a los chicos con la 'F.E.N.' adoctrinaban.
Muchos de ellos se apuntaban a 'Falange',
y a la 'Sección Femenina' iban las damas.

En la escuela éramos muchos en la clase,
pero había disciplina seria y clara.
Aprendías a escribir, las cuatro reglas
y, con poco más, dejabas la Primaria.

No tenía edad concreta su final...
cada cual, a conveniencia, se marchaba.
Unos se iban con once años a estudiar
y otros con doce o con trece trabajaban.

LA IGLESIA, LA RELIGIÓN

De la Iglesia son bastantes los recuerdos:
Catequesis ... Navidad ... Semana Santa.
Las cosechas - y las fiestas religiosas-
el trabajo y el descanso regulaban
de las gentes a lo largo de los años
como ruedas que el calendario giraran.

Navidad, los villancicos y el Belén.
Procesiones y oficios, Semana Santa.
Primavera, la Primera Comunión.
De la Virgen, la Asunción, la Inmaculada.
San José, San Pedro apóstol y Santiago;
más el Corpus, que era la segunda Pascua.

Los bautizos eran lo mejor que había
si tiraban dinero por la ventana.
Además los sacramentos, confesiones
y esas misas en latín que eran tan largas.

Una hora por lo menos y ... al final,
con el 'ite misa est' ya se acababa.
De rodillas, levantados y sentados...
'de la misa, la mitad' no te enterabas.

En las fiestas de verano con la 'Salve'
y la Virgen del Castillo con las andas.
'La Pindonga', la llamaban en el pueblo,
porque siempre de procesiones estaba.
El poder meterla dentro de la Iglesia,
se obtenía en una pública subasta

De pequeños nos hacían ir a misa
obligados y con miedo a represalias.
De mayores no podían obligarte
y del tema tranquilamente pasabas.

Hubo un día en que una torre de la Iglesia
con maromas todo el pueblo la tiraba.
Los llamados juramentos y blasfemias,
que en Bernardos con frecuencia prodigaban,
en algún libro leí que se profieren
como un modo de protesta si te aplastan.

Hubo un hombre -sacristán en este pueblo-
sabio y bueno y a quien todos respetaban:
el señor Blas Marugán que, con su nombre,
convirtió la 'plazolilla' en una plaza.

Fue la música su gran dedicación
y, en la misa, a todo el mundo amenizaba
con el órgano que él mismo, muchas veces,
afinaba, corregía y reparaba.

FRANCO

En los cines, los domingos con el NO-DO,
de la vida de 'El Caudillo' te enterabas;
si pescaba muchos y grandes salmones
y, pantanos, aquellos que inauguraba;
promover 'demostraciones sindicales',
si algún que otro 'dictador' le visitaba.

En el 'parte' -a mediodía y por la noche-,
en la 'tele' y Radio Nacional de España,
don Francisco estaba siempre omnipresente
por el día, de noche y de madrugada,
en monedas, en billetes, en los sellos,
en la escuela y en estatuas por las plazas.

En cualquiera de los muchos papeleos
que en tu vida laboral necesitabas.
En la iglesia y en los nombres de las calles;
por la tierra, por el aire y por el agua.
En los cánticos de la Plaza de Oriente
y en los ¡VIVAS! que allí se le prodigaban.

En banderas, en insignias y estandartes
y en escudos con los yugos, flechas y águilas
Todos estos artilugios de aquel tiempo,
y los himnos, que también acompañaban,
nos recuerdan lo negro de aquellos años
cuando grupos de nostálgicos los sacan.

Sus discursos y su acento 'galleguiño'
le valieron siempre burla, juerga y chanza
y los chistes en que fue protagonista,
en su propio velatorio se contaban.

Fueron célebres sus frases más sonoras:
'Nos rodean enemigos de la patria'.
'Unidad de destino en lo universal'.
'Por el Imperio hacia Dios, España avanza'.

La presencia de la guerra y su mandato,
en películas y en libros siempre estaba;
y su afán por 'hacer bien' le había llevado
a inventarse fiestas propias de su 'hazaña'.

El '18 de Julio', el 'Levantamiento'
y en octubre, el 12, 'Día de la Raza'.
En Abril el día 1 la 'Victoria'
de una parte contra la otra en propia España.

'Veinticinco años de paz' -y de aislamiento-
que trajeron las miserias: hambre y sarna,
provocando emigración que iba buscando
el sustento por dentro y fuera de España.

Siempre fue su dictadura discutida
en los bares, las comidas y las charlas.
Si opinabas en contra de su gobierno,
la dialéctica más fina aquilatabas
o arriesgabas tu persona y tu trabajo:
'sospechoso' para siempre te quedabas.

Él quería perpetuar su dictadura
pero España consiguió la democracia.
Los 'Principios' del famoso 'Movimiento'
se quedaron enterrados con su lápida.

LA LUCHA POR LA VIDA

Aquí esbozo unos cuantos de los recuerdos
aunque sé que muchos otros se me escapan.
Este pueblo tiene historias de aquel tiempo.
-ojalá que algunos hombres las contaran-.

Esos tiempos en que ya acabó la guerra
pero aún perseveró la represalia
con denuncias por envidias, con prisión,
con exilio, ejecuciones y amenazas.
Porque entonces en el pueblo hubo miseria
y la gente iba pidiendo por las casas.

Esos años en que había tanto miedo
y que el hambre con sus garras se adueñaba
de las gentes, obligando a casi todos
a doblar cerviz, rodilla y más la espalda.

A besar la mano al cura y a decir
'mande usted' o 'sí señor' al que mandaba.
A emigrar, buscar trabajo y enviar
el dinero a la familia. El que sobraba.

A tener más de un oficio en qué vivir
para ver si la familia levantabas,
trabajando en las canteras, en las tierras
o cuidando marranos, ovejas, cabras ...

Y, además, algún oficio artesanal
o vendiendo algún producto por las casas.
Vendedores ambulantes siempre había
con sus telas, con sus lozas, su chatarra ...
Varias chicas, trabajando en Migueláñez,
el famoso chocolate elaboraban.

Con todo esto ya podías enviar
a tus hijos a estudiar. Y se marchaban.
En Segovia, Magisterio y Seminario.
En Madrid otras carreras más variadas.

Con penurias y con muchos sacrificios
poco a poco sus estudios acababan.
Y los chicos, que eran ya hombres y mujeres,
con el tiempo y con tesón se colocaban.
Se marchaban a vivir fuera del pueblo
y los padres en Bernardos se quedaban.

Los que aquí se habían quedado a trabajar,
normalmente en las canteras empezaban,
en el campo o en trabajos eventuales,
pero pronto si podían lo dejaban.

Se marchaban a vivir a la ciudad
que ofrecía más trabajo y mejor paga;
y otras gentes, mirando hacia el extranjero,
se largaban hacia Francia o Alemania.

Para el pueblo fue todo esto una sangría
porque mucha juventud lo abandonaba.
Es normal que hubiera aquí mucho emigrante
y la vida por su cuenta se buscaran.

¿Qué podíamos hacer en aquel tiempo
si Bernardos no nos ofrecía nada?

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Nota del autor:

Entre las peticiones que hace el equipo de redacción para la revista de la Asociación, hay una que dice que enviemos recuerdos de otros tiempos que tengamos de la Villa de Bernardos. Aquí está mi pequeña aportación.

Todo lo que aquí relato, lo he vivido yo en Bernardos; exactamente igual que lo han vivido mis coetáneos nacidos alrededor de 1950. La exposición la hago siguiendo, fundamentalmente, dos criterios. Primero, la percepción que yo tuve de los hechos de aquel tiempo. Segundo, la interpretación subjetiva que hago de algunos de ellos a día de hoy. Esta interpretación es libre, por lo que puede haber gente que no tenga la misma opinión. Cosa, por otro lado, normal. Yo lo respeto.

Gracias por publicarlo.

Luis Arranz Boal

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Olé por este hombre.
Se merece una calle en el pueblo, y sino, una publicación de sus escritos para que TODO el mundo pueda leerlos(en papel, claro)
Que no se acaben las buenas costumbres.